miércoles, 20 de febrero de 2008

Estanterías


A lo largo de los años vamos acumulando un sinfín de objetos: Fotografías, libros, papeles, revistas, juegos… Los clasificamos en cajas, álbumes o estanterías y nos resistimos a desprendernos de ellos.

Curiosamente, por poco sitio que tengamos, siempre encontramos un rincón para guardarlos y ejercen un extraño poder que nos impide deshacernos de ellos.
Cuántas veces rescatamos algunos del mismo cubo de la basura al que, alguna mano inmisericorde, había arrojado y esos los ocultamos aún más, para que no vuelvan a correr el mismo destino.

De vez en cuando, buscando otra cosa, nos salen al encuentro reclamando su derecho a evadirse del olvido y hurgar en nuestra memoria.

Y, por ponerles nombre, los llamamos recuerdos.

De la infancia, de los viajes, de eventos que apenas intuíamos que habían ocurrido. Y nos invaden sensaciones, a veces tristes otras emolientes como un bálsamo, pero todas con la típica nostalgia de tiempos pasados. No porque fuesen mejores, solo porque ya pasaron y nos convencemos, al volverlos a tener entre las manos, que por mucho que nos depare el futuro, no volverán a ser iguales.

Nuestra mente es un desván lleno de estanterías dónde se acumulan, sin orden ni concierto, sin fecha ni orden alfabético, todas las secuencias de nuestra vida y de las que pasan por nuestro lado. Con diferentes soportes, con desiguales formatos y que la pátina que les confiere el tiempo, no siempre es fiel a lo sucedido. Y creemos que, como fuimos los protagonistas, podemos modelar el recuerdo a nuestro antojo.

Pero siempre resurgen esos objetos, esas fotografías, esos documentos, para reconducir la historia y, desde sus cajas apiladas en las estanterías, refrescarnos la memoria y hacer justicia.

.
http://www.lulu.com/content/1251451

1 comentario:

ABACO dijo...

los objetos nos recuerdan donde estamos, las personas nos recuerdan quienes somos, pero sólo nosotros mismos somos capaces de saber realmente a donde vamos y de quien queremos ser acompañados.....

precioso relato

un abrazo