
Hoy, cuando venía hacia el trabajo, rezaba como cada mañana.
Oraciones sencillas, las que se aprenden de niño y nunca se olvidan y al acabarlas pido a Dios protección para mi familia,
mis amigos, para mi mismo que soy quien más lo necesita...
Y, por supuesto, hubo un apartado para ti.
Pedí para que los problemas no te agobien.
Para que las preocupaciones no te oculten las satisfacciones.
Para que el malhumor no empañe todo lo bueno que tienes y puedes ofrecer.
Para que nada te oculte el cariño de los que te rodean.
Para que seas feliz...
Pero no hay que encomendarse al cielo y fiarse de que todo saldrá bien por ello.
Nosotros somos los protagonistas, directores y guionistas de la película de nuestra vida.
Pensemos en positivo y veamos los problemas como escenas difíciles pero que podemos superar.
No utilicemos dobles, no maldigamos a los focos, el decorado y los actores secundarios.
Simplemente actuemos con naturalidad, entregando todo nuestro genio y profesionalidad. Disculpemos los errores ajenos para que disculpen nuestros fallos y si hay tomas falsas, ¡A rodar de nuevo!.
Todo tiene solución menos el adiós definitivo.
Y que cuando caiga el telón, aunque no consigamos un "Goya", que la crítica sea compasiva y se nos recuerde, sino como genios, si como buenas personas.
Hoy rezaba como cada mañana y pensé que, más que yo, esta vez eras tú quien lo necesitaba.
Confío, siempre he confiado, en el poder de la oración, en el aura de bondad que, con más o menos intensidad, emana de cada persona.
Pero por si se apaga, que hay muchas cosas que se empeñan en aplacarla, vayan mis deseos para reavivarla.
.