
Si hoy se pudieran leer mis pensamientos
cruzando erráticos los surcos de mi frente
como se ven cruzar por el mar los veleros,
serían sus velas de un negro deprimente,
oscureciendo aún más un cielo ya plomizo.
Virando sin compás, enloquecidamente,
con peligro, sin sentido ni rumbo fijo.
Cabalgando en un océano inmenso y espeso
de gigantescas olas de metal líquido.
Casi deleitándose temerariamente,
entre luz de relámpago y ruido de trueno,
con morboso deseo de que un torbellino
hacia un fondo opaco e insondable lo absorbiese.
Si hoy y ahora pudieseis ver mi pensamiento
como un velero cruzando el mar de mi frente
os daríais cuenta que, lamentablemente,
no enfila a horizonte, ni a Ítaca, ni a puerto.
.
.